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Knut es el nombre de un pequeño cachorro de oso polar que fue criado totalmente
en cautiverio en el zoológico nacional de Berlín.
Un
crio de lo más simpático, que aprendió muchos trucos para entretener a pequeños
y grandes. Durante sus primeros meses tomaba una botella de leche cada par de
horas, posteriormente le servían de 3 a 4 veces a diario todo tipo de
alimentos, lo suficiente para “callar” su necesidad natural y su“instinto”, y
siempre a la par de su cuidador.
Sin
embargo, a medida que el cachorro crecía, convirtiéndose en un oso
adolescente-adulto, imponente, majestuoso; notaron que una de sus más grandes
características no se manifestaba en él. No podía nadar. Siendo algo tan propio
de ellos que a corta edad ya prueban las frías aguas de su hábitat natural.
Siendo adultos pueden abarcar grandes distancias, incluso se supo del caso de
una osa que nado hasta por nueve días seguidos buscando una placa de hielo
donde reposar.
Pero
nuestro cachorro, al criarlo en cautiverio, ajeno a las necesidades de todos
los osos, al tener su comida presta sin el más mínimo esfuerzo, al no verse en
el apuro de escapar de algún depredador natural, nunca se preocupo por
descubrir su capacidad de nado, por aprenderlo, por salir de su capsula de
seguridad que sus cuidadores se había encargado de construirle.
Cuantas
veces nos vemos envueltos en esta misma situación del pequeño Knut. Pues este
ejemplo se puede adecuar mucho a nuestro diario vivir, desde dos protagónicos,
el del crio y el de los criadores.
Muchas
veces al vernos sumergidos en atenciones, mimos, cuidos y facilidades, como
viviendo en nuestra propia burbuja o capsula de seguridad, se nos es fácil
olvidarnos de todos menos de nosotros mismos, no hay necesidad de saber el cómo
se está desenvolviendo el mundo alrededor de mi, se nos olvida cultivar algo
tan humano como es el colaborar, el apoyo, el “instinto” de ayudar al hermano.
Y
es que como bien decía San Juan Bosco, todos nacemos siendo buenos, solo que a
algunos se nos olvida con el tiempo, por no practicarlo, por no tener firme
decisión de hacerlo o incluso, a veces, por ni siquiera estar consientes de que
la necesidad existe, pecando con un poco mas de ignorancia que de malicia.
Vivamos
de tal manera, como dice el padre Felipe Berrios, ”que nuestros sueños sean tan
grandes que puedan abarcar los sueños de los demás”,entregándonos cada día
desde nuestra trinchera para hacer un mundo más humano, de ver lo grande que es
nuestra capacidad si le permitimos desarrollarse, dejándonos guiar por nuestro
“instinto” solidario, para así dejar de vivir como animales en cautiverio.
Luis Solórzano
Doctor en Medicina
Doctor en Medicina
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